A la mujer que logró
que el recuerdo de su imagen
fuera para mí un emblema;
la mujer que inspiró en mí
la costumbre de escribir
plasmándola en un poema.
Aquella mujer que hizo
de mi vida un paraíso
apacible y tormentoso;
esa que me hizo sentir
después del amor de madre
y de mi primer amor,
el cariño más hermoso.
La mujer que se adueñó
de la primera mirada
que ya no fue de ternura:
la mirada de pasión
con que miraba su rostro,
y el resto de su figura.
Aquella del primer beso
que alteró mis pensamientos
y a mi cuerpo estremeció;
mujer de quien me atraía
la experiencia que tenía
porque era mayor que yo.
Por esa misma razón
reprimí mis sentimientos
y fingí sentirme fuerte;
porque ella siempre me vió
como nunca la vi yo:
como un adolescente.
A esa mujer que amé
pero nunca se lo dije
por no perturbar su vida;
aquella, que bien lo sé,
me pudo corresponder…
cuando ya era prohibida.
Para la mujer que ahora
es ya toda una señora;
aquella a quien confesé
tanto cariño guardado,
pero tarde, tarde ya…
cuando ya se había casado.
A ti mujer, que después
de dejar mi adolescencia
te escogí como estandarte,
a manera de homenaje
te digo en este poema,
que nunca voy a olvidarte.
jueves, 17 de septiembre de 2009
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