jueves, 10 de septiembre de 2009

LA NOVIA QUE YO TENÍA

Una novia yo tenía;
pero sucedió que un día
me encontré con una chica
que al verme me coqueteaba.
Esa chica me miraba
sin recato, sin pudor.

Poco tiempo transcurrió
para hacer que yo cayera.
Y es que entre mi novia y ella
había tal diferencia,
que por eso ni siquiera
quise poner resistencia.

Esa muchacha era dueña
de un atractivo inusual,
de un cuerpo maravilloso.
Su sonrisa, su mirar,
su coqueto caminar
eran encantos morbosos.

Por eso es que decidí
terminar con mi noviazgo.
Para enfrentarme a mi novia
no fue difícil fingir
que tal vez nos faltó algo,
que fallamos, que perdimos.

Y con más gestos fingidos
le hablé con hipocresía.
Le dije que merecía
un hombre mejor que yo.
Un hombre que valorara
su amor, su dedicación.

Entonces, la ví llorar.
No me había comportado
tan duro, tan insensible.
Dije adiós y me marché.
Sólo estaba interesado
por quedar otra vez libre.

Días después descubrió
que todo lo que le dije
en realidad no era cierto.
Mi antigua novia me vió
caminando por la calle
del brazo de mi "pretexto"

También iba acompañada,
y al juzgar por mi vivencia
pensé que era el novio nuevo.
Correspondí su mirada
con sonrisas de soberbia,
y a la vez, de menosprecio.

El tiempo siguió su curso.
Yo me encontraba extasiado
con la chica exhuberante.
Con afán de presumirla
íbamos a todos lados:
cines, antros, restaurantes.

Con lo que nunca conté
fue lo que pasó después:
Que cuando mi vanidad
vió su apetito saciado,
no hacía más que recordar
la novia que había dejado.

Me aburrí de divertirme,
de mi presunción, de todo.
Por alimentar mi ego
mi alma se quedo vacía.
Alimenté mi amor propio
con sucias filosofías.

A partir de ese momento
se deterioró mi vida.
Pagué mi arrepentimiento
con mi valor personal.
Acabé con mi autoestima
vagando de bar en bar.

Mil veces pensé buscarla
para pedirle perdón.
Mil veces busqué la forma
de darle una explicación,
...pero estaba convencido
que no había nada que hacer.

Después de mi poroceder,
¿qué le podía decir?
¿Qué no supe lo que hacía?
¿Qué no supe distinguir
entre su amor permanente
y un amor de fantasía?

¡Esas son estupideces!
¡Es igual falta de hombría
que pegarle a una mujer
que no puede defenderse!
Sólo que en esta ocasión
los golpes no son al cuerpo,
son golpes al corazón.

Por el daño que había hecho
me sentía poca cosa,
indigno, avergonzado.
El dolor y el sufrimiento
constituían el fruto
de lo que había sembrado.

Cierta noche, en un bar,
tomando en mi soledad
brindaba con mi amargura.
Esa noche desgraciada
me tenía reservada
otra lección, la mas dura.

En una mesa vecina,
la risa de una mujer
me resultó conocida.
Por lo que hablaba su novio
se encontraban celebrando
su futuro matrimonio.

Lo que pensé me aterró.
Me di vuelta tembloroso
a ver de quién se trataba.
...Me vió... Me reconoció...
La novia que yo tenía
era la que celebraba.

Ahí le pagué su llanto.
Salí del lugar llorando
y caminé hasta el jardín
en el cual nos conocimos,
en el cual solíamos ir
a pasear cada domingo.

Era muy de noche ya.
Sollozando cabizbajo
de pronto sentí una mano.
Intenté secar mis ojos
pero no lo permitió...
me los secó con su paño.

Y aunque me lo merecí,
ella no se rió de mí.
Cuando pude reaccionar
sólo atiné a preguntar
que por qué me consolaba,
que cómo me encontro ahí.

Ella sólo contestó
que no guardaba rencor,
que ya me había perdonado.
Que todo lo que sintió
ya no era más que un recuerdo
que se quedó en su pasado.

Dijo que al verme salir
supuso que ahí estaría,
que al verme llorar así
vió que estaba arrepentido.
Y ya no me dijo más...
La novia que yo tenía
se fue con su prometido...

1 comentario:

  1. A alguien se le hace ésto familiar? En parte, a ésto me refiero en mi Prólogo cuando digo: "...Agregando las experiencias ajenas, descubriendo a los demás y siendo crítico con ellos". Y por supuesto, yo mismo no me deslindo de las confusiones en las que a veces caemos cuando no tenemos la justa dimensión de las cosas.

    ResponderEliminar