¿El sexo débil?
Sí. Yo lo soy ante mi Madre.
Como esa mujer no hay nadie.
Si hay mejores o como ella
han de ser de otros poetas,
y si no, de otros planetas.
El sexo débil?
Sí. Lo soy ante mis hermanas.
Todas llenas de valía.
Si acaso en algún instante
por mal hijo con mi Madre,
con ellas yo la suplía.
Si acaso fue insuficiente
el pan para nuestra mesa,
también hubo qué comer
gracias al esfuerzo de ellas.
Si el valor a la mujer
se ha sembrado en mi consciencia,
por ellas tengo esa herencia.
Si enfermo o descarrilado,
débil o desconsolado,
no hay mejores enfermeras
que con mano suave y dura
alguna me haya cuidado.
¿El sexo débil?
Sí. Yo lo soy ante mi hija.
Esa niña que me altera
con todas sus travesuras,
y que a la vez, muy certera,
sabe que con su sonrisa
ya me quitó el armadura.
¿Débiles mis compañeras?
Pero si con su trabajo
y con sus capacidades,
nos hacen saber a diario
que por mucho son mejores,
si acaso no son iguales.
¿El sexo fuerte?
Todas ellas, y con ellas
yo no soy el sexo débil.
Ellas son mi fortaleza.
martes, 6 de octubre de 2009
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